Estando en la sala de espera de la consulta del médico he experimentado algo que ni recordaba, el olor a tabaco. Me explicaré mejor, a llegado un hombre que a pasado por mi lado desprendiendo un fuerte olor a tabaco, supongo que antes de entrar se había fumado un cigarrillo y al entrar aún conservaba ese fuerte olor característico de los fumadores, ese olor es el que no recordaba. Claro no podía, yo siempre debía hacer ese olor y por eso se me hacía imposible notarlo. Ya me había ocurrido alguna vez en el trabajo, cuando por la mañana me fumaba un cigarrillo con el café de la mañana, me lo fumaba fuera en la calle, pero algunas veces al entrar, alguna de mis compañeras me había dicho que olía muchísimo a tabaco, pero claro, para mi era imposible percibir el más mínimo olor a tabaco, formaba parte de mi.
Ahora es cuando empiezo a entender la sensación que debían tener las personas no fumadoras más cercanas a mi cuando me acercaba a ellos.
Ahora es cuando empiezo a entender la sensación que debían tener las personas no fumadoras más cercanas a mi cuando me acercaba a ellos.
Cierto, y para mí ahora es un olor desagradable. Otra cosa que notarás con el tiempo es cómo se agudiza tu olfato. En casa tenemos un ramillete de eucalipto en un jarrón, y mi mujer, que es fumadora, no percibe el intenso aroma a eucalipto que despide. Huele de bien...
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